Luego de transmitido mi reportaje, el domingo 7 de diciembre por la noche, las reacciones no se hicieron esperar. El lunes me llamaron los nuevos altos directivos de la empresa a la que serví por 25 años. Me dijeron que en Los Pinos y Bucareli estaban furiosos, que los habían citado y que debían verme después. Así, me enteré de que Zedillo —que ya me detestaba por lo de Aguas Blancas y su compadre Figueroa— les dijo que yo estaba otra vez intentando desestabilizar al país y que de paso nunca estaría de acuerdo en que condujera un noticiario importante. Chuayffet les aseguró que yo desde mi ingreso a la UNAM fui agitador en el movimiento del 68 y que tenía probados nexos con grupos extremistas. Falso, apenas en ese año entré a la UNAM y mi participación se limitó —a mucho orgullo— a colaborar en marchas, boteos y algunas pintas.
El caso es que lo discutimos y concluimos que sería un retroceso muy sospechoso ante la audiencia que yo me desapareciera de un día para otro. Así que me fui a la zona norte chiapaneca para un segundo reportaje el domingo 14. El lunes 15 me llamaron para decirme que la furia continuaba y que lo mejor era que me fuera del país hasta que bajara un poco la presión que sobre ellos seguían ejerciendo.
El lunes siguiente yo estaba en Nueva York a donde me llamaron mis colaboradores para relatarme entre rabia y sollozos lo que desde entonces se conoció como La masacre de Acteal. Era el 22 de diciembre.
En medio del llanto escribí a mano y envié por fax mi renuncia a la que había sido mi casa por tanto tiempo. La que se concretó meses después.
jueves, agosto 20, 2009
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¿A dónde?
martes, agosto 18, 2009
Generación Zeta
(...)La generación Zeta está llenando las cárceles del país e incrementando la estadística criminal. Lo ilustra el INEGI. Los jóvenes representan 40 por ciento de los presuntos delincuentes del fuero federal y 49 por ciento en el fuero común. De éstos, la proporción de varones de 15 a 29 años involucrados en un crimen federal es de 41por ciento, y 50 por ciento en actos de competencia del fuero común mientras que las mujeres jóvenes representan 35 y 40 por ciento, respectivamente.No hace mucho tiempo, los niños y jóvenes nacidos a partir de 1980 se les consideraba el "bono demográfico" del país, "la esperanza del siglo XXI" en términos sentimentales o la generación semilla de alphas y betas en la visión Huxleyana. Gracias a ellos la población económicamente dependiente (los niños y adultos mayores de 2010) no sufriría penurias, habría ahorros suficientes para la tercera transición demográfica de 2030 y México entraría de lleno al mundo desarrollado. Era el "mundo feliz" del neoliberalismo económico, con sus promesas de educación y empleo.
Hoy, cuando el futuro ya nos alcanzó, ésta es la generación de los rechazados en las universidades públicas, de los excluidos en el mercado laboral, la carne de cañón de la inútil y genocida "guerra contra las drogas" y de los condenados a ser la última letra de nuestro alfabeto por la ineficacia, insensibilidad y agotamiento de un modelo económico y educativo que sería el mundo perfecto, de no ser porque le sobran 60 millones de mexicanos, la mayoría de ellos jóvenes.
A pesar de esta realidad no hay una sola señal para intentar modificar el destino de los jóvenes de hoy. El próximo presupuesto será un indicador duro. Si se proponen más cárceles y menos recursos a las universidades, más policías y menos científicos, más soldados y menos laboratorios de investigación, estaremos pavimentando la llegada de más jóvenes zetas, etas o iotas, y diciendo adiós a quienes un día pudiendo ser alphas, betas o gammas, el fundamentalismo economicista los condenó a vivir en un mundo infeliz.